Rigurosa autocrítica

Por Rob Horning

Publicado el 3 de abril, 2012, en: http://thenewinquiry.com/blogs/marginal-utility/rigorous-self-critique/

Encontré esto escrito en un “post-it” bajo una pila de papeles en mi escritorio y no puedo recordar para qué se supone que era. Creo que podría ser la conclusión de un ensayo que quizás nunca he escrito.

El deseo de sentirse como un individuo es una necesidad falsa promovida por el capitalismo para hacernos productivos en la fábrica social y para hacernos consumir más en la búsqueda de una autenticidad cosificada.

Como era de esperar, me encuentro convincente, pero esto todavía tiene problemas. Hablar sobre la verdad o falsedad de las necesidades es probablemente contraproducente; no cambia el hecho de que son experimentadas y que tienen consecuencias en el comportamiento. No obstante, estaba tratando de llegar a la idea del individualismo como una distorsión de alguna incuestionable necesidad humana de reconocimiento social, que no tiene que adoptar la forma de ser anunciada como singular, como una innovación novedosa en la forma general del “ser humano”. La falsedad está en no ver alternativas. (A menudo, lo que es falso es la o en “verdadero o falso”.)

Tal vez devenir en “individuo” se entiende mejor como una meta de organización que como una necesidad o un deseo. No es un fin concreto, sino una manera de concebir la motivación personal, de explicarse a uno/a mismo lo que uno/a está haciendo. Ello puede racionalizar la energía dedicada a un proyecto, post facto o cuando surgen dudas sobre un emprendimiento. Pero, simultáneamente, la individualidad es un objetivo que ya desde siempre creemos haber alcanzado—estamos subjetivados bajo las relaciones consumistas-capitalistas para saber intuitivamente que somos únicos y que nuestra contribución particular a la economía de los significados simbólicos es inefable, irreemplazable y por lo tanto extremadamente necesaria—. (Sólo yo soy capaz de enlazar a este video de Bad Brains y a este ensayo sobre la alienación desde mi lugar específico dentro del gráfico social, aprovechando mis recursos particulares de enlazamiento para darle un significado especial y particular ahora mismo como lo ves). Así que cuando deseamos la individualidad, estamos anhelando una prueba de algo que simultáneamente no podemos concebir como falso. La respuesta a “¿Quién soy yo?” se da en la capacidad de formular la pregunta. Yo soy la persona que está preguntando.

Pero la búsqueda de la individualidad parece contraponerse a la idea de que el capitalismo requiere una comprensión general del trabajo como “abstracto” y enajenable, no específico a ningún trabajador en particular. El supuesto capitalista es que cualquiera puede concebiblemente hacer cualquier trabajo necesario, por lo que se le puede poner precio legítimamente. Pero trabajar en nosotros/as mismos/as—desarrollar la interioridad y una apreciación de nuestra propia profundidad y potencialidades, así como las contribuciones singulares que podemos hacer (valiosas porque son singulares)—parece cualquier cosa menos abstracto. Mercantilizar la autenticidad pareciera ser una paradoja insalvable. El truco más grande del capitalismo es conseguir que aceptemos esta imposibilidad.

Podría decirse que el capitalismo está siempre en el proceso de producir el tipo de sujetos que necesita para reproducirse a sí mismo como un sistema; se desarrollan nuevas formas de subjetividad para dar cabida a la crítica del capitalismo, así como para crear nuevas oportunidades de lucro explotables. Las nuevas formas de subjetividad, las nuevas formas de concebir a nuestro ser social, permiten nuevos tipos de mercancías al mismo tiempo que permiten nuevas formas de consuelo. Las consolaciones a menudo son las mismas mercancías. (Facebook es una de tales mercancías de consuelo recientes.) Pero la tendencia del capitalismo a asimilar la crítica a nivel de la subjetividad efectivamente significa que toda crítica puede presentársenos como autocrítica; reconocemos las consecuencias de nuestros esfuerzos para cambiar el capitalismo en su forma de cambiar la manera en que nos sentimos acerca de nosotros mismos.

La auto-ayuda viene a parecer una estrategia política plausible en sí misma bajo las condiciones de “causalidad inmanente”—donde las causas de los cambios en la subjetividad a la par parecen sus efectos—. El reconocimiento de que toda la política nos parece una política del self, y por ende narcisista, puede terminar desalentándonos de emprender una acción política que puede sentirse como tanto otro solipsismo. En otras palabras, al enfrentar el capitalismo la crítica que le dirigimos, el tipo de subjetividad permisible dentro del capitalismo cambia, cambiándonos en el proceso—y estos cambios pueden sentirse inesperados, no-intencionados—. Podemos olvidar lo que queríamos o experimentar su obtención como una súbita pérdida. Debido a que el capitalismo ha producido inevitablemente nuestras maneras de conocernos a nosotros/as mismos/as, cuando forzamos al capitalismo a cambiar, también nos vemos forzados a vernos a nosotros/s mismos/as de manera diferente: una auto-crítica que es tan severa como lo son exitosas nuestras acciones anticapitalistas.

Pero probablemente no es útil atribuir la agencia al capitalismo y convertirlo en un sujeto capaz de “instigar” cosas. Pero es difícil sortear ese tipo de construcción gramatical cuando se quiere llegar a consecuencias sistémicas que nadie en particular conspiró para producir. Ninguna junta de capitalistas se reunió para elaborar una forma deseable de subjetividad para inculcársela a todos; más bien, el “sujeto bajo el capitalismo” es un producto de la acumulación o, más bien, surge de un contexto dado que, en sí mismo, siempre es dinámico. (No falta mucho para que los niños parezcan haber nacido sabiendo usar un smartphone y el tipo de cosas para las que uno/a lo utiliza “naturalmente”.) Aunque decirlo deforma la lógica convencional, nuestra implicación ideológica en la individualidad es a la vez causa y efecto de sí misma. Estamos implicados en la idea de nuestra singularidad, por lo que rehusamos dar crédito a las fuerzas que dan forma a nuestra conciencia para no avalar cosas tales como la ideología. Funciona porque queremos creer que no puede funcionar, porque su sustancia es la negación de sí misma. (La ideología = la ideología no existe.) Dentro de este sistema semi-tautológico, operamos como si lo que lo que la ideología proyecta ya es una realidad y de ese modo ayudamos a que así sea, reproduciendo algo que todavía no se había producido—que no existía como un logro consumado—. Así que nadie tiene la culpa de la reproducción del individualismo en el capitalismo porque todo el mundo tiene la culpa. Eso tampoco es de mucha ayuda pero tal vez nos ahorra la molestia de atacar a los enemigos equivocados. Lucha contra la forma mercantil, no contra las demás personas sometidas a ella.

Incluso si el capitalismo no puede “volvernos productivos”, ¿es más preciso decir que nosotros/as mismos nos volvemos productivos/as a través del proceso de conocernos a nosotros/as mismos? ¿O ello ha causado un daño semántico irreparable a la palabra productivo? ¿Somos “productivos” cuando no sabemos que estamos trabajando? No somos conscientes de producirnos a nosotros/as mismos/as, porque presuponemos nuestra propia existencia como individuos únicos, y por lo tanto negamos la construcción de la identidad con mayor intensidad cuanto más la “performamos”. Así que en nuestra socialización cotidiana, no sabemos lo que estamos produciendo o que estamos produciendo algo en lo absoluto, sin embargo se extrae valor de la capacidad de computar nuestro comportamiento y circularlo en una forma distribuible que conlleva significados legibles.

Al igual que el “capitalismo” es un agente dudoso pero necesario en un proceso indirecto y colectivo, esta noción nebulosa de la producción social sin un producto o productores tangibles también lo es. El “producto” es lo que siempre se persigue en los datos, al igual que el sujeto individual es lo que siempre se persigue en la conducta social dentro de las relaciones capitalistas, que requieren la cuantificación de cosas no-cuantificables como el valor de la colaboración y los afectos, de manera que el valor puede ser asignado (y su eventual expropiación justificada de alguna manera). De cualquier modo, creo que eso es lo que quise decir por autenticidad cosificada. Es el producto que no puede ser reconocido como producto, producido por personas que se niegan a creer que están produciendo algo. Lucrar de tal producto requiere un tipo específico de coreografía ideológica, cuyos pasos las compañías de social media recién comienzan a aprender. Estos pasos involucran la redefinición del self en términos de lo que es expuesto en lugar de lo que es interno, completando el paso de una individualidad de “orientación-interna” a una de “orientación-al-orto” que David Reisman describió en La muchedumbre solitaria, al hacer que la orientación-al-otro se presente como la forma más pura de auto-expresión.

¿Puede la autocrítica siquiera tener sentido si nuestra conciencia es producida por el capitalismo, si los límites de lo pensable son establecidos por lo que el capitalismo puede resolver potencialmente?  ¿No es peor si esa tendencia a la autocrítica ya ha sido integrada en el sujeto capitalista como un mecanismo de innovación emprendedora? La autocrítica es la destrucción creativa a nivel de la marca personal.